CONOCE NUESTRO MUSEO: EL BRONCE
FINAL (1100-700 a.C.)
(CONTINUACION)
Durante la mayor parte del s. VIII
a.C., y con mucho más énfasis en el s. VII, se fue conformando un cambio
cultural y social debido a la interacción de fenicios y nativos, pudiéndose
observar en todo este siglo la proliferación de poblados urbanizados con formas
constructivas y organización interna netamente oriental, que tendrán como
consecuencia el nacimiento de la “ciudad”, donde se observa un urbanismo
previamente planificado en el que se aprecian viviendas y edificios públicos
construidos con técnicas llevadas a cabo por mano de obra especializada, que
debió planificar y dirigir este nuevo tipo de construcciones compuestas por
casas con patios, habitaciones rectangulares o cuadrangulares, y a veces con
dos plantas, edificios dedicados al culto y almacenes para guardar las
mercancías destinadas al comercio, articulándose en calles bien definidas que
posibilitaban el tránsito libre y ordenado de un lugar a otro de la ciudad;
este proceso de interacción hizo posible la emergencia de una sociedad distinta
a la que existió anteriormente, conceptuada en su cultura material y temporal
dentro del período llamado orientalizante, en el que obtendrá su mayoría de
edad la cultura tartésica, que aunque se inicia a principios del primer milenio
a.C., su período de madurez lo alcanzará con el aprendizaje y asimilación de
las técnicas industriales, agrícolas y comerciales, que estos navegantes
venidos de oriente enseñaron a las nativos tartésicos. Estos hechos
proporcionarán la aparición de clases dirigentes, que en su primer momento, y
como símbolo de amistad recibirán de éstos regalos ostentosos consistentes en
elementos de prestigio social como las cerámicas fabricadas a torno ricamente
decoradas con animales mitológicos a los que acompañaban un rico elenco floral
consistente en flores de loto; también recibían ricos tejidos de lino tintados
en color púrpura, collares con cuentas de cristal, y grandes contenedores que
portaban aceite en unos, y vino en otros, obsequios que facilitarán con ello la
interacción entre ambos pueblos, que en términos generales supusieron el cambio
cultural de Tartessos que en el seno de la sociedad indígena debió ocurrir
mediante relaciones pacíficas.
Estos pueblos tartésicos se asentaban
en las costas andaluzas del Mediterráneo y del Atlántico, y en ambas márgenes
de los ríos Guadiana y Guadalquivir, cuyo centro neurálgico estuvo situado en
el triángulo formado por Cádiz, Sevilla, Huelva, espacio este “intensamente”
habitado, en el que se distinguían poblados que por los materiales exhumados por
la arqueología, denotan ser núcleos políticos que tenían el control de una
porción del territorio compuesto por grupos habitacionales concebidos como
espacios productivos, dedicados a las actividades que dichos espacios
proporcionaban las materias primas que en ellos se encontraban, como las minas,
la metalurgia, la agricultura y la ganadería en el interior, y las industrias
de las pesca y salazones en las costas; productos que una vez manufacturados
eran embarcados en naves fenicias que transportaban comerciando con los pueblos
situados en las costas atlánticas, de ambas orillas del Mediterráneo, y con los
pueblos del interior asentados en las orillas de los ríos Tajo, Guadiana y
Guadalquivir.
URNA CINERARIA TARTÉSICA (Cerámica)
Para el buen funcionamiento de estos
núcleos poblacionales en su conjunto, era necesario estar organizados dentro de
una disciplina política, que según textos escritos de griegos contemporáneos de
ellos y posteriormente también de romanos, nos dicen que estaban regidos por
una monarquía, de la que se conocen dos dinastías, siendo la más antigua la del
rey Gerión y la otra más moderna fue la del rey Gargoris, entrando ambas en la
categoría mítico-divina de los pueblos orientales del Mediterráneo.
El primer
conocimiento que se tiene de la dinastía del rey Gerión viene a través del
griego Hesiodo en el s. VII a.C.; también de Estesícoro de Himera, poeta del s.
VI a.C., que escribió un poema que tituló Geroneia, donde cuenta los doce
trabajos que a instigación de la diosa Hera, le ordenó el rey de Argos Euristeo
a Herakles (Hércules) de los que el décimo de ellos consistía en apoderarse de
una manada de bueyes rojos (nuestro ganado bovino retinto autóctono de la
Península Ibérica) propiedad del rey Gerión, debiendo conducirlos a la ciudad
de Micenas.
Muy posteriormente en el s. I a.C.
escribirá Diodoro de Sicilia y Estrabón geógrafo del s. I a.C., también
Pausanías en el s. II d.C. escribe en contexto mítico y metafórico: Después de
Aristeo los iberos pasaron a Cerdeña al mando de Norax jefe de la expedición, y
por ellos fue fundada Norax, la primera ciudad conocida de la isla, siendo
Norax hija de Eritia, e hija de Gerión y de Hermes.
Otros relatos míticos nos hablan de una
segunda generación de reyes tartésicos como Gargoris, que enseñó a su pueblo
la agricultura, y la manera de recolectar la miel de los panales; rey este que
tuvo amores con su propia hija, naciendo de este estupro un varón; dado que
había sido concebido en pecado, el rey decretó la muerte del recién nacido,
pero sobrevivió a todos los intentos por eliminarlo, y fue arrojado al mar
donde flotó, y llegado a tierra fue criado por una cierva en cuyo rebaño
adquirió fuerza y una agilidad asombrosa; pasado el tiempo en una cacería fue
cazado a lazo siendo regalado al rey que reconoció a su hijo y nieto, y
presintiendo que los dioses lo estaba protegiendo lo nombró su sucesor y
heredero, con el nombre de Habis; este relato fue recogido de textos antiguos por
el filósofo romano Justino de padres griegos en el s. II d.C.
Habis es
considerado como el primer legislador de Tartessos, mantuvo los primeros
contactos con los fenicios, dividió a la sociedad en castas, e instruyó a su
pueblo en los beneficios que reportaba la agricultura.
ALABASTRÓN CON FORMA DE SETA (Almuñecar)
Una magnífica información para conocer
mejor este período del Bronce Final es aportada por sus necrópolis y
enterramientos, que se constituyen como fuente de conocimiento de la cultura de
los pueblos, y de sus estructuras sociales a través de los ritos funerarios en
que fueron enterrados.
Los tartessios
siguiendo la ancestral costumbre que se inició en el Neolítico, que perduró
durante el Calcolítico y parte del Bronce, se enterraron en estructuras
tumulares, acogiendo igual que en estos períodos anteriores los enterramientos,
pero con cambios sustanciales en los ritos funerarios.
TESORO AÚREO DEL CARAMBOLO (Sevilla)
Estas estructuras funerarias consistían
en construcciones de piedras y tierra que tenían forma troncocónica, igual a
los de períodos anteriores, pero diferenciadas de estas porque en la cúspide de
la misma era construida una estructura rectangular destinada a la cremación de
los cadáveres denominada ustrinum; en estas estructuras se alojan varias
docenas de enterramientos individuales, practicados por el rito de la
incineración que consistía en cremar el cadáver en el ustrinum y una vez
consumida la hoguera en que se había quemado, sus cenizas eran recogidas,
cribadas y lavadas y se introducían en
una vasija de barro decorada llamada urna cineraria, en la que también
era introducido su ajuar, consistente en broches de cinturón de garfios
fabricados en bronce, de formas rectangulares y decorados con escenas mitológicas
o florales, fíbulas de las llamadas de doble resorte (imperdibles) y pequeños
cuchillos con la hoja curva, que se denominan afalcatados, que junto a algún
pequeño plato cerámico era enterrado practicando un hoyo circular en la
estructura, y calzada por pequeñas `piedras era rodeada de las demás ofrendas
que hubiesen ofrecido sus familiares y amigos, que consistían en copas
decoradas con diseños geométricos pintados en rojo, anforillas fabricadas a
torno, quemaperfumes, páteras, ampollas para aceites balsámicos y vasos de
alabastro para perfumes.
Coexisten a veces en estas estructuras
tumulares con enterramientos de incineración el rito de inhumación, atestiguado
por la construcción sobre la estructura tumular de una cámara funeraria
fabricada de mampostería, en la que el rito de enterramiento era por
inhumación, que podía ser tanto individual o familiar, lugar donde eran
enterrados los pudientes, fuesen nativos o fenicios.
Con la llegada
de los navegantes fenicios al reino de Tartessos, trajeron consigo su religión
y sus dioses, a los que levantarán templos, y erigirán altares en su honor con
motivo de la fundación de nuevas ciudades; altares y templos también fueron
construidos en las islas cercanas a la costa, en la desembocadura de los ríos,
y en otros lugares del interior en los que comerciaban con los nativos, en especial
con los metales, en esos lugares y cercanos a las minas construían un altar al
aire libre, en el que ponían a una de sus deidades, que servía de garante,
jurando ante la deidad nativos y fenicios, que el trato que habían establecido
entre ambos no podía ser roto bajo ningún concepto.
Cuando los fenicios fundaron Gades
(Cádiz) construyeron un templo dedicado al culto del dios fenicio Herakles, el
que fue considerado por los navegantes orientales como el centro religioso más
famoso e importante de Occidente, constituyéndose en foco difusor entre los
nativos tartésicos de las ideas religiosas y delas divinidades del panteón fenicio; este templo
estuvo situado en el islote de Sancti Petri; del que en la actualidad se conoce
muy poco de él, debido a que se encuentra en gran parte sumergido en el mar;
pero en sus alrededores han tenido lugar numerosos hallazgos, destacando cuatro
figurillas de bronce datadas de los siglos VIII y VII a. C., que parece ser
pueden representar a Herakles.
FIGURILLAS DE BRONCE DE SANCTI PETRI (Cádiz)
Según Sílio Itálico, romano del s. I
a. C. dice, que en el interior del templo no había imágenes de culto, pero si
existían altares, en los que ardía un fuego el que nunca se apagaba; también
por el romano Estrabón podemos saber que este templo tenía dos columnas de
bronce, y en su interior existían dos manantiales de agua.
También hace mención Estrabón, que en
la costa de Cádiz existía un altar con el oráculo de Menesteo, venerado y
ofrendado por los gaditanos y navegantes, y se cree que debió estar situado en
el Puerto de Santa María.
En el poema la
Ora Marítima de Rufo Festo Avieno, refiere que junto a Málaga bajo el dominio
de los tartesios existe allí frente a la ciudad una isla consagrada por sus
habitantes a la diosa Noctiluca; en este mismo poema cita también la existencia
de un santuario consagrado a la Lux Divina, situado en la desembocadura del río
Guadalquivir, en la actual población de Sanlúcar de Barrameda, concretamente en
el lugar de la Algaida, donde no hace mucho tiempo fueron excavados los resto
de un templo, en el que fueron exhumadas algunas ofrendas; siendo más que
probable que el culto que en este templo se practicaba estuvo dedicado a la
diosa fenicia Astarté.
En toda el área tartésica se han encontrado
figuras de bulto redondo, y placas de bronce, que decoran a veces objetos de
metal que se datan desde el s. VIII a. C. en adelante, y representan a una
deidad femenina identificada como Artarté, diosa de la fecundidad de origen
oriental de gran raigambre en Oriente.
En definitiva es
cierto que las fuentes testifican numerosos centros de culto en zonas fenicias
de dominio tartésico, que influyeron notablemente en lo sentimientos religiosos
de los pobladores indígenas.
BRONCE CARRIAZO REPRESENTANDO A ASTARTÉ
SILVERIO GUTIERREZ ESCOBAR