jueves, 3 de julio de 2014

CONOCE NUESTRO MUSEO: EL BRONCE FINAL (1100 - 700 a.C.) -Continuación-

CONOCE NUESTRO MUSEO: EL BRONCE FINAL (1100-700 a.C.)

(CONTINUACION)
                                                                                                                                           
         
      Durante la mayor parte del s. VIII a.C., y con mucho más énfasis en el s. VII, se fue conformando un cambio cultural y social debido a la interacción de fenicios y nativos, pudiéndose observar en todo este siglo la proliferación de poblados urbanizados con formas constructivas y organización interna netamente oriental, que tendrán como consecuencia el nacimiento de la “ciudad”, donde se observa un urbanismo previamente planificado en el que se aprecian viviendas y edificios públicos construidos con técnicas llevadas a cabo por mano de obra especializada, que debió planificar y dirigir este nuevo tipo de construcciones compuestas por casas con patios, habitaciones rectangulares o cuadrangulares, y a veces con dos plantas, edificios dedicados al culto y almacenes para guardar las mercancías destinadas al comercio, articulándose en calles bien definidas que posibilitaban el tránsito libre y ordenado de un lugar a otro de la ciudad; este proceso de interacción hizo posible la emergencia de una sociedad distinta a la que existió anteriormente, conceptuada en su cultura material y temporal dentro del período llamado orientalizante, en el que obtendrá su mayoría de edad la cultura tartésica, que aunque se inicia a principios del primer milenio a.C., su período de madurez lo alcanzará con el aprendizaje y asimilación de las técnicas industriales, agrícolas y comerciales, que estos navegantes venidos de oriente enseñaron a las nativos tartésicos. Estos hechos proporcionarán la aparición de clases dirigentes, que en su primer momento, y como símbolo de amistad recibirán de éstos regalos ostentosos consistentes en elementos de prestigio social como las cerámicas fabricadas a torno ricamente decoradas con animales mitológicos a los que acompañaban un rico elenco floral consistente en flores de loto; también recibían ricos tejidos de lino tintados en color púrpura, collares con cuentas de cristal, y grandes contenedores que portaban aceite en unos, y vino en otros, obsequios que facilitarán con ello la interacción entre ambos pueblos, que en términos generales supusieron el cambio cultural de Tartessos que en el seno de la sociedad indígena debió ocurrir mediante relaciones pacíficas.
        Estos pueblos tartésicos se asentaban en las costas andaluzas del Mediterráneo y del Atlántico, y en ambas márgenes de los ríos Guadiana y Guadalquivir, cuyo centro neurálgico estuvo situado en el triángulo formado por Cádiz, Sevilla, Huelva, espacio este “intensamente” habitado, en el que se distinguían poblados que por los materiales exhumados por la arqueología, denotan ser núcleos políticos que tenían el control de una porción del territorio compuesto por grupos habitacionales concebidos como espacios productivos, dedicados a las actividades que dichos espacios proporcionaban las materias primas que en ellos se encontraban, como las minas, la metalurgia, la agricultura y la ganadería en el interior, y las industrias de las pesca y salazones en las costas; productos que una vez manufacturados eran embarcados en naves fenicias que transportaban comerciando con los pueblos situados en las costas atlánticas, de ambas orillas del Mediterráneo, y con los pueblos del interior asentados en las orillas de los ríos Tajo, Guadiana y Guadalquivir.



URNA CINERARIA TARTÉSICA (Cerámica)
    
       Para el buen funcionamiento de estos núcleos poblacionales en su conjunto, era necesario estar organizados dentro de una disciplina política, que según textos escritos de griegos contemporáneos de ellos y posteriormente también de romanos, nos dicen que estaban regidos por una monarquía, de la que se conocen dos dinastías, siendo la más antigua la del rey Gerión y la otra más moderna fue la del rey Gargoris, entrando ambas en la categoría mítico-divina de los pueblos orientales del Mediterráneo.

El primer conocimiento que se tiene de la dinastía del rey Gerión viene a través del griego Hesiodo en el s. VII a.C.; también de Estesícoro de Himera, poeta del s. VI a.C., que escribió un poema que tituló Geroneia, donde cuenta los doce trabajos que a instigación de la diosa Hera, le ordenó el rey de Argos Euristeo a Herakles (Hércules) de los que el décimo de ellos consistía en apoderarse de una manada de bueyes rojos (nuestro ganado bovino retinto autóctono de la Península Ibérica) propiedad del rey Gerión, debiendo conducirlos a la ciudad de Micenas.


ÁNFORA DE UNA NECRÓPOLIS (Almuñecar)

      Muy posteriormente en el s. I a.C. escribirá Diodoro de Sicilia y Estrabón geógrafo del s. I a.C., también Pausanías en el s. II d.C. escribe en contexto mítico y metafórico: Después de Aristeo los iberos pasaron a Cerdeña al mando de Norax jefe de la expedición, y por ellos fue fundada Norax, la primera ciudad conocida de la isla, siendo Norax hija de Eritia, e hija de Gerión y de Hermes.
      Otros relatos míticos nos hablan de una segunda generación de reyes tartésicos como Gargoris, que enseñó a su pueblo la agricultura, y la manera de recolectar la miel de los panales; rey este que tuvo amores con su propia hija, naciendo de este estupro un varón; dado que había sido concebido en pecado, el rey decretó la muerte del recién nacido, pero sobrevivió a todos los intentos por eliminarlo, y fue arrojado al mar donde flotó, y llegado a tierra fue criado por una cierva en cuyo rebaño adquirió fuerza y una agilidad asombrosa; pasado el tiempo en una cacería fue cazado a lazo siendo regalado al rey que reconoció a su hijo y nieto, y presintiendo que los dioses lo estaba protegiendo lo nombró su sucesor y heredero, con el nombre de Habis; este relato fue recogido de textos antiguos por el filósofo romano Justino de padres griegos en el s. II d.C.
Habis es considerado como el primer legislador de Tartessos, mantuvo los primeros contactos con los fenicios, dividió a la sociedad en castas, e instruyó a su pueblo en los beneficios que reportaba la agricultura.


 ALABASTRÓN CON FORMA DE SETA (Almuñecar)

          Otros textos relativos a Tartessos, y a su estructura político monárquica pertenecen al historiador griego del s V a.C. Heródoto, natural de Halicarnaso (Asia Menor) que escribió sobre la navegación focea (griega) hacia Occidente llegando hasta Tartessos, y basaron las relaciones comerciales en la amistad personal con sus reyes, a los que incluso llegaron a interesar sobre los problemas de su “nación”, Focea, que estaba amenazada por los persas, y para demostrar su apoyo y amistad les propuso el rey tartesio Argantonio que se establecieran en su reino, y no aceptando los focenses les dio gran cantidad de plata para que reforzaran las murallas de su ciudad.
       Una magnífica información para conocer mejor este período del Bronce Final es aportada por sus necrópolis y enterramientos, que se constituyen como fuente de conocimiento de la cultura de los pueblos, y de sus estructuras sociales a través de los ritos funerarios en que fueron enterrados.
Los tartessios siguiendo la ancestral costumbre que se inició en el Neolítico, que perduró durante el Calcolítico y parte del Bronce, se enterraron en estructuras tumulares, acogiendo igual que en estos períodos anteriores los enterramientos, pero con cambios sustanciales en los ritos funerarios.


TESORO AÚREO DEL CARAMBOLO (Sevilla)

      Estas estructuras funerarias consistían en construcciones de piedras y tierra que tenían forma troncocónica, igual a los de períodos anteriores, pero diferenciadas de estas porque en la cúspide de la misma era construida una estructura rectangular destinada a la cremación de los cadáveres denominada ustrinum; en estas estructuras se alojan varias docenas de enterramientos individuales, practicados por el rito de la incineración que consistía en cremar el cadáver en el ustrinum y una vez consumida la hoguera en que se había quemado, sus cenizas eran recogidas, cribadas y lavadas y se introducían en  una vasija de barro decorada llamada urna cineraria, en la que también era introducido su ajuar, consistente en broches de cinturón de garfios fabricados en bronce, de formas rectangulares y decorados con escenas mitológicas o florales, fíbulas de las llamadas de doble resorte (imperdibles) y pequeños cuchillos con la hoja curva, que se denominan afalcatados, que junto a algún pequeño plato cerámico era enterrado practicando un hoyo circular en la estructura, y calzada por pequeñas `piedras era rodeada de las demás ofrendas que hubiesen ofrecido sus familiares y amigos, que consistían en copas decoradas con diseños geométricos pintados en rojo, anforillas fabricadas a torno, quemaperfumes, páteras, ampollas para aceites balsámicos y vasos de alabastro para perfumes.
     
       Coexisten a veces en estas estructuras tumulares con enterramientos de incineración el rito de inhumación, atestiguado por la construcción sobre la estructura tumular de una cámara funeraria fabricada de mampostería, en la que el rito de enterramiento era por inhumación, que podía ser tanto individual o familiar, lugar donde eran enterrados los pudientes, fuesen nativos o fenicios.
Con la llegada de los navegantes fenicios al reino de Tartessos, trajeron consigo su religión y sus dioses, a los que levantarán templos, y erigirán altares en su honor con motivo de la fundación de nuevas ciudades; altares y templos también fueron construidos en las islas cercanas a la costa, en la desembocadura de los ríos, y en otros lugares del interior en los que comerciaban con los nativos, en especial con los metales, en esos lugares y cercanos a las minas construían un altar al aire libre, en el que ponían a una de sus deidades, que servía de garante, jurando ante la deidad nativos y fenicios, que el trato que habían establecido entre ambos no podía ser roto bajo ningún concepto.
         Cuando los fenicios fundaron Gades (Cádiz) construyeron un templo dedicado al culto del dios fenicio Herakles, el que fue considerado por los navegantes orientales como el centro religioso más famoso e importante de Occidente, constituyéndose en foco difusor entre los nativos tartésicos de las ideas religiosas y delas  divinidades del panteón fenicio; este templo estuvo situado en el islote de Sancti Petri; del que en la actualidad se conoce muy poco de él, debido a que se encuentra en gran parte sumergido en el mar; pero en sus alrededores han tenido lugar numerosos hallazgos, destacando cuatro figurillas de bronce datadas de los siglos VIII y VII a. C., que parece ser pueden representar a Herakles.


FIGURILLAS DE BRONCE DE SANCTI PETRI (Cádiz)

          Según Sílio Itálico, romano del s. I a. C. dice, que en el interior del templo no había imágenes de culto, pero si existían altares, en los que ardía un fuego el que nunca se apagaba; también por el romano Estrabón podemos saber que este templo tenía dos columnas de bronce, y en su interior existían dos manantiales de agua.
         También hace mención Estrabón, que en la costa de Cádiz existía un altar con el oráculo de Menesteo, venerado y ofrendado por los gaditanos y navegantes, y se cree que debió estar situado en el Puerto de Santa María.
En el poema la Ora Marítima de Rufo Festo Avieno, refiere que junto a Málaga bajo el dominio de los tartesios existe allí frente a la ciudad una isla consagrada por sus habitantes a la diosa Noctiluca; en este mismo poema cita también la existencia de un santuario consagrado a la Lux Divina, situado en la desembocadura del río Guadalquivir, en la actual población de Sanlúcar de Barrameda, concretamente en el lugar de la Algaida, donde no hace mucho tiempo fueron excavados los resto de un templo, en el que fueron exhumadas algunas ofrendas; siendo más que probable que el culto que en este templo se practicaba estuvo dedicado a la diosa fenicia Astarté.
             En toda el área tartésica se han encontrado figuras de bulto redondo, y placas de bronce, que decoran a veces objetos de metal que se datan desde el s. VIII a. C. en adelante, y representan a una deidad femenina identificada como Artarté, diosa de la fecundidad de origen oriental de gran raigambre en Oriente.
En definitiva es cierto que las fuentes testifican numerosos centros de culto en zonas fenicias de dominio tartésico, que influyeron notablemente en lo sentimientos religiosos de los pobladores indígenas.




BRONCE CARRIAZO REPRESENTANDO A ASTARTÉ


SILVERIO GUTIERREZ ESCOBAR

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