miércoles, 8 de abril de 2015

CONOCER NUESTRO ENTORNO.- ROMA: COMARCA DE LOS PEDROCHES



ROMA: COMARCA DE LOS PEDROCHES
                                                     
         
     Después de expulsar los romanos  a los cartagineses de la Península Ibérica en el año 206 a.C., Roma decidió permanecer en ella; y para ello “dividió” su espacio en dos provincias en el año 197 a.C.; la Citerior al Norte y la Ulterior al Sur.

    La que, entre otros espacios territoriales situados en esta, se encontraba la Beturia; ésta estaba conformada por dos pueblos que habitaban entre el río Anas (Guadiana) y el río Betis (Guadalquivir) denominados como la Beturia Céltica y la Beturia Túrdula.

    La Beturia Céltica ocupaba desde la margen izquierda del río Anas, la zona Sur de la provincia de Badajoz, de Huelva, y de Sevilla y llegaba hasta la sierra de Ronda (Málaga) y la Beturia Túrdula era la zona central de Sierra Morena, comprendiendo el alto Guadiato, la actual comarca de Los Pedroches y el Sur de la provincia de Ciudad Real; pueblo que, aunque es conocido como una rama del iberoturdetano por su cercanía y vecindad con la Beturia Céltica, estaba muy influido por algunas de sus costumbres y ritos.

     Después de esta división peninsular y durante los cincuenta años siguientes apenas se avanzó en la romanización de estos dos pueblos debido a la fuerte oposición que del año 154-134 a.C. ejercieron las tribus celtibéricas y lusitanas que estaban acaudilladas por un pastor lusitano de nombre Viriato, que por su conocimiento del territorio mantuvo en jaque a los ejercitos romanos; hasta que fuera asesinado por tres de sus generales en el año 139 a. C.; lo que posibilitó que faltos de jefatura, esa resistencia se debilitó y dio fin a las guerras lusitanas; estos pueblos dejan de guerrear y en estas fechas se presentan, si no, como aliados, si al menos como gentes no hostiles a Roma.

TESORILLO

    · Así que a mediadios del s. II a. C. la Beturia Iberotúrdula (comarca de Los Pedroches) poseía amplísimos espacios deshabitados, siendo tan solo conocidos en ella algunos pequeños poblados dispersos, como fueron los hayados en la ermita de la Virgen de Guía (Hinojosa del Duque) Ermita de San Sebastian (Alcaracejos) Ermita de la Virgen de la Cruces (El Guijo) este exiguo poblamiento vivió con una economía de subsistencia basada en la agricultura y la ganadería y en especial de la minería y la metalurgia; dejándonos su buen hacer como artesanos en el trabajo de la plata algunos tesorillos argénteos, destacando el de Los Almadenes (Alcaracejos) y el del Moralejo (Vva. de Córdoba) quedando acreditado el trabajo en las minas por útiles de piedra encontrados en ellas, como punteros, picos, mazos y martillos de los llamados de escotadura; en estas minas han sido también muy abundante el hallazgo de monedas de cecas ibéricas y romanorepublicanas.
      

MARTILLOS
 
       A partir de la desaparción de Viriato se inicia el proceso de romanización apoyada por la llegada a la península de inmigrantes de origen romano e itálicos; que atraidos por su riqueza, buscan para asentarse lugares ya habitados y que reuniesen condiciones favorables para la comunicación y tierras adecuadas para las siembras y aptos para el pastoreo, con lo que hacen su aparición en Los Pedroches pequeños asentamientos rurales que desde época muy temprana sustentan una buena cabaña ganadera, compuesta en especial de ganado bovino, ovino, porcino y equino, que fue fruto de atención desde la llegada de Roma y proseguiría a lo largo de todo el imperio, centrando su atención en la selección de razas hispanas, que cruzaron con otras traídas de fuera al objeto de conseguir aumentar cantidad y calidad, sirviendo como ejemplo al caso de Columela; agrónomo del s. I d. C. nacido en Cádiz, que apareó ovejas de la Bética con carneros traídos de África, los que dieron crías más abudantes en lana y de mayor calidad; también fueron muy apreciados los caballos que se criaban en la Bética para ser usados como animales de silla, y eran entrenados tanto para la guerra, como para la caza y que por su valía fueron exportados a distintos lugares del Imperio; también fueron apreciados los mulos y burros como animales de carga.

     Aunque las actividades agropecuarias fueron en época romana fundamentales desde el aspecto económico, siempre habían mostrado interés por las minas de la península; y como no, las de esta comarca de las que extrajeron oro, plata, plomo, cobre, estaño e hierro; entre las que destacaron por su riqueza, Los Torcas (Torrecampo) mina de los Almadenes (Alcaracejos) Barranco del Soberbio (Pozoblanco) y Posadilla (Vva. de Córdoba) entre otros muchos, que por su extenso listado no citaremos.
Esta actividad iniciada en el último cuarto del s. II a. C. por los romanos, decaerá a finales del siglo II d. C.; o principios del III d. C. debido, bien a su ya escasa rentabilidad o al agotamiento de sus filones, por lo que serán abandonadas. Aunque esto no quiere decir que absolutamente fuesen todas abandonadas; ya que, si no en todas, en algunas de ellas aparecen monedas de época más tardía que las de la dinastía imperial de los Severos (235 d.C.), lo que denota que después de esta fecha, algunas de ellas continuaron en funcionamiento.

FÍBULAS

     Estos minerales extraídos, unos eran fundidos a pie de mina y otros en grandes fundiciones que absorvían la produción de varias de ellas; como por ejemplo la fundición de Sauzón (Alcaracejos) que recogía todos los minerales de las minas del Soldado y Los Almadenes; o la de Las Carniceras denominada como el Torreón del Escorial (Cardeña) que absorvía los minerales del filón del Zumajo de 20 Km. de longitud; el que poseía galena argentífera, y calcopiritas; minerales que una vez fundidos los metales eran trasladados en carretas y a lomos de caballerías hasta Córdoba y allí embarcados por el río Guadalquivir eran transportados a Roma.

     · Los pueblos celtibéricos poseían sus propias creencias y cultos religiosos, por lo que a la llegada de los romanos no se produjo la desaparición absoluta de la religiosidad indígena ni renunciaron a sus cultos tradicionales sino que sumaron a ellos los traídos por los romanos y que gradualmente irán siendo sustituidos por la religión que oficialmente practicaba la administración romana formada por un panteón de deidades recogidas por la mitología grecoromana que contaba con sentido protector de las diferentes facetas de la naturaleza, representadas por la vida y la muerte; dicho de otra manera, la religión romana tenía un dios para cada cosa distinta y se dividieron por su importancia; en dioses superiores, inferiores, héroes y semidioses, que por su extensísimo listado no serán citados aquí, pero si algunos de ellos, como los dioses mayores de la triada capitolina formada por Júpiter, Juno y Minerva cuyo culto debió estar arraigado en la comarca, debido al hayazgo de dos altares dedicados a Júpiter; uno de ellos que apareció en el mismo pueblo de Vva. de Córdoba y está en paradero desconocido; y el otro permanece en la actualidad en una finca privada que yo he visitado en varias ocasiones. También existe constancia del culto a Júpiter en un fragmento de escultura de bronce depositada en el Museo de Vva. de Córdoba, que aunque no está completa, sabemos que representa a esta deidad.


JÚPITER


       También está atestiguado el culto en la comarca a la diosa Minerva, por el hayazgo en una propiedad lindante con el camino de Sancho (lugar por donde discurría la calzada romana Épora (Montoro) y Solia, Virgen de las Cruces (El Guijo) de un bronce que representaba a esta deidad; bronce que en la actualidad está desaparecido.

El culto a la dea (diosa) Roma fue practicado en todos los lugares del imperio; hasta al Emperador se le rindió culto, divinizándolo, y elevado a lo altares como un dios, sirviendo como elemento unificador para los pueblos de todo el imperio; siendo iniciado en el año 25 a.C. en la persona del emperador Augusto y posteriormente, a lo largo del siglo II d.C. hacen sus apariciones en el imperio otras religiones traídas por la legiones romanas de Asia Menor, Siria, Persia y Egipto, estableciéndose cultos a Cibeles, Attis y Mitra. 

    Cultos que, posteriormente, se constituyeron en rival de la religión cristiana, y dejaron de ser un obstáculo para ella por las medidas drásticas que se dictaron contra ellas durante el reinado de Teodosio I en el año 385 d.C.

   - El Museo de Vva. de Córdoba guarda constancia del culto a Mitra en la comarca, de un pequeño bronce en forma de placa que representa a la deidad de medio cuerpo con caracteristicas de los pastores frigios, como son los tirabuzones y la cabeza tocada con el célebre gorro frigio, el que por su cara posterior posee dos apéndices en forma de clavo, para ser puesto en alguna pequeña estructura de madera.

PLACA CULTO AL DIOS MITRA

     A comienzos del s. III aún perdura en Los Pedroches el culto a los dioses paganos, como así parece atestiguarse el altar sacrificial del “castillo” de Sibulco (Montoro) ignorando la religión cristiana que ya penetraba por África hacia la Bética; donde nacerá en Córdoba un niño a mediados del s. III llamado Osio, que llegó a ser obispo en su ciudad en el año 294 y posteriormente trasladado a la corte como consejero del emperador Constantino, al que le facilitó su conversión al cristianismo, por lo que declaró la religión cristiana como culto oficial del pueblo romano; este obispo presidió a lo largo del siglo IV diversos concilios, entre ellos el Concilio de Iliberis, celebrado en los primeros años del s. IV al que acompañaron diversos sacerdotes de su jurisdición cordobesa, entre los que se encontraba el subdiácano (sacerdote) Eumancio que cumplía su misión pastoral en la población de Solia; que aunque aún no se le conoce con certeza el lugar de su ubicación, debió estar situada en la finca Majada Iglesia, concretamente situada en la ermita de la Virgen de la Cruces (El Guijo) donde aún permanece in situ un baptisterio para bautismo por inmersión en el interior de la ermita; lugar que debió ocupar la basílica (iglesia paleocristiana) donde este sacerdote Eumancio pudo cumplir su función sacerdotal; así que por estos datos se puede aventurar: primero, que la población de Solia está en ese lugar; y segundo que el cristianismo estaba ya arraigado en lo que fue la Beturia Túrdula a finales del siglo III d. C.; culto que continuó a lo largo de todo el IV y parte del siglo V en que en el año 476 d.C. caerá el imperio romano, siendo emperador Rómulo Augústulo.

BAPTISTERIO





  Silverio Gutiérrez Escobar


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